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Andrea

El golpe inicial me dolió, pero me compuse como pude y seguí enterrando su polla en mi culo. Al poco rato estaba botando sobre él y diciéndole lo que me gustaba tenerle dentro. Me agaché a besarle y me cogió de la cintura. Comenzó un movimiento con el que me daba duro en el culo, pero a mí me estaba llevando al cielo.

- Vamos, mi putita, córrete para mí -me decía.

- Sí... me estas poniendo a mil y vas a hacer que me corra.

- Desde ahora quiero follarte así a diario -dijo

Fue oír eso y no pude aguantarme más, me corrí derramando en su tripa toda mi leche. Con mi orgasmo apretaba mi esfínter para abrazar más su polla y él comenzó a dar signos de querer correrse hasta que por fin me dijo que me iba a dar toda su leche y se corrió en mi interior. Se sentía calentito. Estuvimos un rato hasta que su polla perdió la rigidez y salió de mi ano. Me eché a su lado y le limpié su vientre chupando mi propia leche.

Quedamos abrazados y nos sobrevino el sueño.

Unos meses más tarde, Don Juan José tenía una nueva asistenta.

Ya me había puesto un pecho justo a la media que le gustaba a Juanjo y mis labios lucían un poquito más gruesos, lo que conseguía que mis mamadas fueran aún más satisfactorias. Prácticamente todos los días, bien en su despacho o en una habitación de hotel, teníamos sesiones de sexo casi salvaje.

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