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Ronda nocturna

La vara volvió a silbar y descargó contra los pezones. Charly se retorció, pero era difícil distinguir si su gemido era de dolor o de placer. Los golpes se repitieron contra pecho, abdomen y pubis. Luego Selena le bajó pantalones y calzoncillos y continuó castigando sus muslos e ingles, golpeándole una vez más los genitales. La polla del muchacho permaneció enhiesta y comenzó a gotear líquido preseminal.

–¡¡Puta de mierda!! –Continuó provocándola Charly– ¡Me las pagarás! ¡Haré que me comas la polla, cerda!

–No es mala idea.

Selena terminó de bajar la cremallera del uniforme, introdujo su mano en la braga y sacó una polla semierecta. Un trozo de carne negro, largo y grueso, como una gorda y venosa barra de chocolate escoltada por dos huevos oscuros y rugosos. El gesto de estupefacción de Charly configuró un auténtico poema.

–¿Pero qué…?

–Sorpresa. No eres muy perspicaz, ¿verdad? Hablabas de comer pollas, ¿no?

–¡Y una mierda! ¡Ni se te ocurra…!

Un nuevo latigazo contra su verga hizo al chico callarse. Mientras intentaba recuperar el resuello Selena le agarró el dolorido miembro y lo juntó al suyo, masturbándolos al tiempo, sobándolos uno contra el otro. Él hizo ademán de resistirse pero era evidente que la situación le excitaba tanto como a su torturadora. Con la otra mano Selena le sujetó los testículos y se los estrujó. Charly se debatió entre el placer y el dolor.

–Así. Ésta es la actitud adecuada. ¿Lo ves? Cuando acabe contigo serás un chico de lo más obediente.

Le agarró entonces por la nuca y colocó su cabeza a la altura de los senos, que con los movimientos de los golpes habían escapado del sujetador, mostrando sus pezones grandes y duros como dos oscuras y apetitosas frutas.

–Te gustas mis tetas, ¿verdad? ¿Quieres chuparlas?

Le apretó la cara contra el pecho, obligándole a meterse en la boca una de las tetillas. Tras un primer intento de resistencia Charly comenzó a chuparla, mordisqueándola y tirando de ella con gusto. Lo hizo con fuerza creciente, como si quisiera arrancársela, pero Selena lejos de mostrar dolor ronroneó con placer y le obligó a repetir la operación con el otro pezón.

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