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Me la mamá un acosador

Él, alarmado e incrédulo, intentó apartar la cabeza, pero sólo logró que mi verga se restregara por todo su rostro. El líquido preseminal dejó rastros brillantes sobre sus mejillas. Yo apreté el glande contra sus labios y, pese a su resistencia, se entreabrieron, lo que me permitió meterle el miembro dentro. Sentí la cálida humedad de su interior. Me puse de lo más cachonda.

Vigilé a mi alrededor, pero las personas más próximas siguieron sin hacer ademán de percatarse de lo que ocurría entre nosotros. O estaban demasiado absortas en sus cosas o preferían hacerse las despistadas y simular que no ocurría nada anormal: después de todo estábamos en el metro de una gran ciudad, ¿qué es anormal y qué no?

Balanceé las caderas y moví mi polla dentro de su boca, afuera y adentro, como si me lo estuviera follando. Él, en principio, se mantuvo estático, intentando asimilar lo que le estaba ocurriendo: en qué momento había dejado de ser el depredador para convertirse en la presa. Pero según mi verga exploraba el interior de su boca y saboreaba el fluido preseminal, algo se despertó dentro de él. Comenzó a chupar y lamer el miembro con pasión creciente. Su lengua jugueteó con mi glande, el frenillo y la apertura de la uretra. Sus labios se desplazaron a lo largo del fuste, hasta llegar a lamer mis depilados huevos.

Su mirada se clavó de nuevo en la mía, revelando esta vez que, en efecto, disfrutaba comiéndome la polla: el bulto en su bragueta había aumentado, delatando que su erección alcanzaba la máxima expansión.

Yo, en ese momento, estaba ya a cien. Mi leche bullía en el interior de mis pelotas, que se contraían dispuestas a expulsar su contenido. Una gota de sudor se deslizó por la raja del culo hasta alcanzar mi escroto. ¡Explotó entonces el orgasmo! Arqueé la espalda, incliné la cabeza hacia atrás —las puntas del cabello de mis coletas acariciaron la base de mi espalda— y contuve un grito cuando la eyaculación erupcionó. Empujé con las caderas y clavé mi polla todo lo profundo que pude dentro de su boca, incrustando mi glande en su garganta cuando los chorros de semen la inundaron.

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